CHAN.MX

Caníbales.

Historia 2: Mole

Hacia algunos ayeres que en Puebla se contaba la historia de un mole hecho con niños, no les mentiré, aquel mole había de saber sensacional. Bien dicen que la mejor carne es la de un recién nacido blanco y más si ese recién nacido es mujer, la trata de mujeres, niños y bebés es muy común incluso 50 años después del inicio del mundo caníbal; algunas veces cuando yo y mis amigos nos juntamos para ir a comer a algún puesto de tacos callejero en una calle equis de Puebla, siempre bromean diciendo...

—"¿Me da dos de niño?"

Claro, lo dicen en broma, pero de broma en broma la verdad se asoma. Un día decidimos salir a comer, pero esta vez no sería un puesto equis de la calle, claro que no, sino que sería un restaurante de verdad iba a ser un gasto pero aún así lo valía, decían que ese restaurante tenía el mejor mole de toda la ciudad, no no, ¡de todo México!. Emocionados por probar aquel mole estábamos, apenas salimos de nuestros oficios nos dirigimos hacia el restaurante...

—"Roberto.. ¿Tas' seguro que aquí hacen el mejor mole del mundo?" decía mi amigo Luis que aun seguía de escéptico ante el asunto.

—"Claro que si, Luis si no, no les hubiera dicho que vengamos aquí, ¿Qué acaso no me creen?" con un tono persuasivo y confiado diría aquello Roberto, y como no si el ya había comido allí unos meses antes.

Nos decía en el trayecto que no podía olvidar el sabor de ese mole, decía y citare sus propias palabras: "Aquel mole tenía una carne tan tierna que podía derretirse en tu paladar, no estaba ni tan caliente pero tampoco tan frío, estaba totalmente en su punto; lleno de condimentos y de sabores exorbitantes que me dejaron con más ganas de comer y de dejar limpio mi plato... " y así podría continuar unos 15 minutos más de su discurso acerca de ese mole.

—"Nah, tas' bien güey, Roberto" le decía Luis a Roberto por decir aquella tetada, no creía que un mole podría saber tan bien.

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Llegábamos al sitio y mis tripas no paraban de rugir, solamente había comido una manzana al medio día y ya eran las 6:30, me estaba casi muriendo de inanición.

Entrábamos y con solo oler la comida ya estaba babeando, nos sentamos en nuestra mesa y le pedimos a la mesera que nos traiga tres tazones con su mejor mole, el mejor mole del país. Luego de platicar y de esperar finalmente nos habían traído nuestra comida y bebida.

—"¡Salúd!" decíamos al unisono levantando y chocando nuestra botellas de cerveza.

Dábamos inicio al festín y como nos había dicho Roberto, era el mejor mole que había probado en toda mi vida; en estos 25 años de vida no había sentido una sensación de placer tan grande como esta, la carne era tal cual decía, el mole era idéntico como lo dijo inclusive creo que se me cayeron un par de lágrimas al comerlo, era como un abrazo divino como si todos mis pecados me los perdonarán con este tazón de mole.

Y es que con uno no era suficiente, pedimos 2, 3, 4 o inclusive ¡5! No teníamos llenadera, nunca se me olvidara ese día, el día en donde por primera vez come casi un kilo de carne de recién nacido.

Uno o dos meses luego de haber tenido nuestro festín, habían cerrado el restaurante por haber estado involucrado en la compra y trata de blancas y menores, de ese día solamente recuerdo eso y de que estuve toda la noche vomitando del asco, aunque la carne de bebé era deliciosa no podía dormir pensando en tan solo como me comí una vida entera. Aunque el mole no era malo, si no tuviera carne de bebé lo volvería a comer.