@3,931
Tengo el mismo trasfondo que tú, aunque la diferencia aquí es que yo soy de tener una pareja sexual y no más.
Me aflora el instinto insano demoniaco y pervertido luego de abstenerme por varios días y si no doy lata al ganso siento que muero. Confirmo que aceptar la adicción y buscar el equilibrio con una vida plena termina abriendo la mente a fetiches o gustos que antes no conocías, en mi caso lamer axilas ha sido un fetiche instantáneo que mi pareja comparte y pues le agrega intensidad al asunto.
De ahí en más soy 100% dominante, mi físico me ayuda bastante porque mido 1.81m, tez blanca y lo digo no por racista sino que mi pareja es de piel morena y la diferencia en nuestro color me prende bastante, robusto con algo pasado de peso y además barbón, vamos que es una imagen demasiado masculina. Me gusta atar, dar manotazos y aplicar asfixia controlada mientras la embisto como un animal, normalmente a las mujeres si tienes un pene arriba de los 12.5cm puedes llegar al fondo que supera el límite placer/dolor, mi tamaño es de 13.5cm así que aprovecho eso y levanto un poco las caderas cuando está encima para forzar ese dolor en ella y que gima más fuerte para acto seguido cubrirle la boca y detener su respiración; además el grosor de mi aparato da un extra a mis movimientos.
Y no solo soy dominante, también estoy dispuesto a cambiar de papel y cumplir con mi parte de sometido, la estimulación de próstata es un placer que pocos están dispuestos a alcanzar y jamás he tenido erecciones tan poderosas sin ayuda de ese contacto. De todas formas no lo hago tan seguido y como mi pareja es más pasiva no le nace someterme para ello, es más de que se lo ordene o aparente ser la del control si me nota dispuesto.
Tirar del cabello me gusta bastante cuando estoy en posiciones traseras o por encima y ella boca abajo. Si ella es quien está arriba es cuando aplico la asfixia para verla perder la mirada y que su rostro cambie de color mientras saca la lengua y derrama su saliva desde mi rostro al toroso. 
Creo que eso es todo.